domingo, febrero 17, 2008

San Martín de los Andes, Take 1

Finalmente, tengo fotos del viaje.

Para los que no sepan, el 1º de enero, después de festejar año nuevo me subí al micro y me fui al sur por 15 días. Nos fuimos con Sol, Fernando, Victor y Natalia a San Martín de los Andes, a orillas del lago Lacar, en el Parque Nacional Lanín.

Cosas que hicimos: anduvimos en bici por las montañas, acampamos, nadamos en el lago, viajamos en catamarán, hicimos buceo, navegamos en kayak, y lo más importante, comimos como cerdos.

Algunas fotos:


Con Victor, lago Lacar de fondo, después de haber subido el cerro Bandurrias. Foto gloriosa, pelos al viento y cuarenta kilos de asado y cerveza aglutinados a mi izquierda.


Esas caras...

Fernando en ojotas y Natalia atrás mío, al de verde ya lo conocen y Sol está sacando la foto. Esa tarde fuimos en catamarán hasta Quila-Quina, una playa que está a mitad de camino entre San Martín de los Andes y Hua Hum (a tres km. de Chile). Recorrimos un montón, fuimos a comer waffles caseros, nos tiramos bajo el arbolito de la foto a tomar mate y después volvimos al pueblo a pelotudear en el hostel y después a cenar.

Y como no podía ser de otra manera, también nos tocaron días horribles durante los que no paraba de llover. Somos una bola de gordos porteños sedentarios, lo sé, y como tales, siempre que llovía fuimos a comer.


Fuimos tres veces a una casa de té increíble llamada Beigier, con vista al lago y solo cuatro mesas, atendida por sus dueños, un matrimonio de ascendencia germana.

La primera vez pedimos una degustación de tortas, que además incluía pan casero tostado, tres variedades de dulces, paté y sanguchitos de jamón crudo y queso, junto con el té o el chocolate caliente, depende de lo que pidieras. La segunda vez comimos una fondue riquísima con un montón de panes diferentes, unos con almendras, otros con jamón, paté y fiambres de ciervo, jabalí y trucha. Fue excelente, la mejor fondue de mi vida. Y antes de volver a casa y para irnos con la zapán contenta, pasamos por la casa una vez más a tomar el té y comer tortas.

Todavía quedan miles de fotos (literalmente) para mostrar y mucho que escribir, aunque lo resumo como: una de las mejores experiencias de mi vida.

En unos días vuelvo a postear.